jueves, 5 de junio de 2014




Ferrero Rocher Cupcakes 



·                     Cup CAKES  (receta a continuación)
·                     tarro de Nutella
·                     12 bombones Ferrero Rocher


Corta  un pequeño trozo de la parte superior de la magdalena enfriado mediante un pequeño cuchillo de cocina , donde asentarás la Nutella


Llena cada magdalena con 1 cucharada de Nutella.



 Repite hasta que la Nutella se ha dividido en partes iguales entre los bizcochos. Parte superior de cada cupcake con un caramelo de Ferrero Rocher,presiona para que quede como en la foto..
Guarda a temperatura ambiente en un recipiente hermético.



RECETA 12 CUPCAKES.

·                      1 taza de leche entera  temperatura ambiente
·                     ½ de aceite
·                     25 gr de mantequilla
·                     1 taza de azúcar
·                     4 huevos grandes, a temperatura ambiente
·                      ½ taza chocolate valor en polvo
·                     1 taza de harina
·                     ½ sobre de levadura royal

Precalienta el horno a 180 grados .
En thermomix o batidora eléctrica , primero batir muy bien los huevos , agrega en este orden .

La leche , el aceite  y la mantequilla  bate , después el azúcar mezclado con el royal . Mezcla el chocolate en polvo con la harina , añade a la mezcla y sigue batiendo.


Pon en los moldes de cupcakes y controla bien el horno , prefiero solo poner el horno en la parte de abajo , pero como mejor veas , en unos 20 minutos tus cupcakes estarán perfectos.

sábado, 12 de abril de 2014


MONAS DE PASCUA CARTAGENERAS

El lunes de Mona es después de Semana Santa, los cartageneros nos vamos al monte ,a la playa o a Los Canales(parque lleno de árboles y juegos que hay en Tentegorra)a comernos la Mona junto con nuestros amigos y familia. Os dejo la receta de Karina que esta genial para prepararla con thermomix. IDEA para los niños, el huevo lo podemos sustituir por una onza de chocolate

Ingredientes (para aprox.  unas 8 grandes aprox. de 180 gramos)

120 g de lico
r de anís dulce
250 g de aceite de oliva 0’4
250 g de azúcar
La corteza de un limón grande (sin la parte blanca)
1/2 cucharadita de canela
100 g de zumo de naranja
1 sobre de levadura royal
800 g de harina de fuerza (o de repostería)
8 huevos crudos
1 huevo batido para pintarlas

Preparación:

-Precalentamos el horno a 180 grados.

1-Ponemos el anís, el aceite, el azúcar, la corteza de limón, la 1/2 cucharadita de canela y el zumo de naranja en el vaso. Programamos 2 minutos/vel. 6.

2-Incorporamos la levadura, la harina.Programamos10 segundos/vel 6 .

3-Sacamos la mitad de la masa y la reservamos. Vamos a amasar en dos veces, así no forzamos las cuchillas con tanto peso de la masa. Amasamos 1 minuto/velocidad espiga. Cada media masa.

4-Sacamos esta masa del vaso y echamos la otra que habíamos reservado. Amasamos ahora esta otra mitad programando lo mismo, 1 minuto/vel espiga. Sacamos la masa, la juntamos con la otra mitad y la dejamos reposar unos 15 minutos.

5-Preparamos las monas, si queremos que salgan todas iguales podemos pesar bolitas de 55 gramos cada una o si vamos a hacerlas grandes bolitas de 180g.

Hacemos como panecillos para darles la forma ,las colocamos en la bandeja del horno forrada con papel .Hay que ponerlas separadas que al hacerse en el horno crecen bastante .Colocamos el huevo crudo  y unos rulitos de masa como en la foto cruzándolas ,y pintamos con huevo batido.
Las espolvoreamos sin miedo con azúcar para que no se pierda en la cocción,haciendo montoncitos.

Las horneamos unos 20 minutos hasta que estén doraditas (que no se queden muy hechas que se endurecen).

6-Si queremos decorarlas con bolitas y demás…cuando las monas se han hecho ,decoramos con las bolitas ahora que está el chocolate caliente y dejamos enfriar.

TRUQUILLOS PARA TRIUNFAR:
Como todas las harinas no necesitan la misma cantidad de líquido,queremos una masa compacta y como “plastilina”,si al amasarla se quedan bolitas echadle unos 25 g más de zumo de naranja y volved a amasar otro minuto hasta que la masa quede perfecta.

domingo, 30 de marzo de 2014



Tarta Red Velvet

Como podéis ver es una tarta preciosa, con ese color rojo intenso de su bizcocho contrastando con la crema de queso, es elegante y vistosa.
El sabor es delicioso, sabe ligeramente a chocolate y a vainilla, con el toque de buttermilk, combinado con la crema de queso, excelente.
Aquí os dejo la receta que hago, no estoy segura de dónde la saqué,.
Ingredientes:
Bizcocho

Colorante rojo (yo uso Red Velvet Bakery Emulsion de LorAnn)
15 gr de cacao en polvo sin azúcar
1 cucharadita de extracto de vainilla
110 gr de mantequilla a temperatura ambiente
300 gr de azúcar
2 huevos grandes
280 gr de harina para tartas (1)
250 ml de buttermilk (2)
1 cucharadita de sal
1 cucharadita de vinagre blanco
1 cucharadita de bicarbonato
Buttercream de crema de queso
225 gr de queso crema ( tipo philadelphia)
75 gr de mantequilla
100 gr de azúcar glas tamizada
(1) si no encontráis harina para tartas podéis pesar los 280 gr de harina normal, quitarle 4 cucharadas de harina y sustituirlas por 4 cucharadas de maicena, y mezclarlo bien.
(2) si no encontráis buttermilk, se puede hacer poniendo en un recipiente la leche y añadiendole 1 cucharada de zumo de limón. Esperar unos 5 o 10 minutos (quedará como un poco cortada la leche) y ya se puede utilizar.
Realización:
Precalentar el horno a 180º.
Engrasar un molde de 20 cm de diámetro (saldrá una tarta para unas 10-15 raciones) y cubrir la base con un papel para horno.
En un bol batir la mantequilla con el azúcar hasta que blanquee y esté cremosa la mezcla. Con la batidora eléctrica unos 5 minutos mas o menos.
Añadir los huevos de uno en uno, batiendo bien después de cada incorporación.
A continuación añadir la harina en tres partes, altenando con el buttermilk, empezando y terminando con harina ( harina, buttermilk, harina, buttemilk, harina).  Batir después de cada incorporación lo justo hasta que se integra la masa.
Añadir después la sal, el cacao, la vainilla y el colorante, y batir hasta que se obtenga un color uniforme y la masa sea homogénea.
Finalmente, añadir el bicarbonato y sobre él el vinagre, veréis que empieza a hacer burbujas. Mezclar bien y echar la masa en el molde que hemos preparado.
Hornear durante 45 minutos, o hasta que pinchándolo con una aguja, ésta salga limpia.

También se puede hacer dividiendo la masa en dos, y haciéndolo en dos moldes, para facilitar  el montaje posterior de la tarta, en ese caso el tiempo de horneado es de aproximadamente 25 minutos.
Una vez que el bizcocho ya se haya horneado, dejarlo reposar en el molde unos 10 minutos, y a continuación sacarlo del molde y ponerlo sobre una rejilla para que se enfríe.
A continuación cortamos el bizcocho en tres capas. Para hacerlo yo utilizo una lira, que es un utensilio fantástico para cortar los bizcochos con hilo.

También le he quitado la parte superior del bizcocho que estaba ligeramente abombada, para nivelarlo y dejarlo recto.
Con esta parte del bizcocho que hemos quitado, hacemos migas finas (como sprinkles) que utilizaremos para decorar por encima la tarta.
Para hacer el buttercream de crema de queso, batimos la mantequilla con el azúcar, hasta que esté cremosa la mezcla.
A continuación añadir el queso y continuar batiendo alrededor de 5-6 minutos.
Montaje de la tarta:
Ponemos una capa del bizcocho, y lo untamos con crema de queso abundantemente.
A continuación ponemos la siguiente capa y ponemos de nuevo por encima otra capa de crema de queso.
Y finalmente ponemos la tercera capa.
Cubrimos toda la tarta con una primera capa de crema de queso .
Metemos la tarta en la nevera durante unos 20-30 minutos.
Pasado este tiempo, la sacamos y cubrimos con una segunda capa de crema de queso, abundante y que esté uniformemente distribuida.
Finalmente espolvoreamos la superficie con las migas de bizcocho que habíamos preparado.

Guardar en el frigorífico hasta un ratito antes de consumirla.


PIRULETAS DE FLORES NATURALES
Sencillísimo y rápido que no os costará demasiado pero si además las hacemos con flores entonces es una receta que sorprenderá a todos.
Antes de nada hay que tener en cuenta que son muchas las flores comestibles pero hay que usar el sentido común y que las flores que cojamos no hayan estado en contacto con productos químicos.Una vez dicho ésto os empiezo a enumerar los ingredientes:
2 tazas de azúcar
2/3 de sirope de maíz
2/3 de taza de agua
1 botellita de aroma dulce
colorante alimentario
pétalos de flores
palos para piruletas

Lo primero es untar aceite en la bandeja que hayas elegido para poner las futuras piruletas O UN MOLDE DE SILICONA.
En una cacerola mezcla el jarabe,el agua y el sirope hasta llevar a ebullición a fuego medio/alto.Continuar calentando casi sin remover,Debe hacer burbujas en el hervor hasta alcanzar los 143 grados centígrados,que comprobarás metiendo un termómetro en el jarabe.SI SE QUEMA CAMBIA EL COLOR.
Una vez esté listo retirar del fuego y sumergir la cacerola en otra de agua fría para evitar que siga cociéndose.Añadir aroma y colorante elegido y mezclar.Retirar ayudándose de una cuchara de metal rápidamente antes de que se enfríe.
Con una cuchara de metal coloca unos 4cm de preparación en la bandeja,colocar con cuidado la flor y acabar poniendo el palito a la piruleta.Tened en cuenta que una vez pongáis la ración de caramelo en el molde ó a ojo la mezcla no debe estar hirviendo.

Dejar enfriar a temperatura ambiente unas dos horas.
 —

domingo, 9 de febrero de 2014




LLEGA EL 14 DE FEBRERO
HAZLO TÚ

Seria bonito preparar algo especial para este día , os dejo la receta de macarons que yo utilizo por si os apetece sorprender con este dulce tan delicado . Os aviso NO ES DIFÍCIL , pero si laborioso.
Hay diferentes cremas para rellenar , pero la de vainilla o chocolate suele gustar a todos.


MACARONS BUTERCREM 


Ingredientes (para unas 80 tapas):

- 2 claras de huevo a temperatura ambiente
- 135 gramos de azúcar glas
- 75 gramos de almendra molida
- 18 gramos de azúcar blanca
- Colorante rojo en gel

Las claras de huevo deben estar separadas de las yemas desde hace días, para evitarlo que a veces se nos olvida o simplemente tenemos ganas de hacerlos ya, uso el bote de claras de Mercadona que van muy bien, eso sí, hay que sacarlas unas horas antes de la nevera para que estén a temperatura ambiente.

Tamizamos el azúcar glas con la almendra molida unas tres veces y reservamos.

Batimos las claras y cuando empiecen a espumar añadimos en forma de lluvia el azúcar y el colorante rojo, depende de la intensidad que queramos echaremos más o menos, en este caso eché bastante, batimos hasta que estén firmes.

Incorporamos la mezcla tamizada, con la mano izquierda movemos el recipiente hacia nosotros y con la derecha y una espátula de goma mezclamos la masa con movimientos envolventes hacia el lado contrario que va el bol y hacia arriba.

Una vez tengamos la masa, preparamos un vaso alto con una manga pastelera de usar y tirar dentro y añadimos la masa.

Preparamos una base de silicona encima de una bandeja de horno, cortamos la punta de la manga pastelera y hacemos círculos de unos 2 cm, después golpeamos la placa de horno tres veces por cada lado contra una superficie.






Dejamos reposar 24 h y metemos en el horno a media altura con dos bandejas (una encima de otra) a 130ºC durante unos 8 minutos (en el minuto 5 aproximadamente se forma el pie del macaron)

Sacamos y dejamos enfriar por completo, después retiramos las tapas de la silicona y reservamos.

Ingredientes para las buttercream:

- 225 gramos de azúcar glas
- 125 gramos de mantequilla sin sal a temperatura ambiente.
- 2 cucharadas de leche
- 1 cucharadita de esencia de vainilla
- Colorante rojo en gel


Mezclamos la leche con la vainilla y reservamos.

En un recipiente batimos la mantequilla hasta que esté cremosa y le añadimos el azúcar glas, seguimos batiendo e incorporamos la mezcla de leche y vainilla.

Sacamos la mitad a otro recipiente y a lo que nos quede le añadimos el colorante rojo, batimos hasta obtener el color deseado y ya tendremos la primera buttercream para rellenarlos, yo conseguí que me quedara del mismo color que las tapas de los macarons.



Metemos cada una en una manga pastelera de usar y tirar y rellenamos los macarons con ellas.


jueves, 23 de enero de 2014



HAZLO TU 
Hace días con con mis viajes y los lios  (me encantan estos lios ),de mis maquinitas de Nu Skin os tengo abandonad@s. Hoy en esta sección anticrisis os dejo una idea nada complicada. 
RAMO DE ROSAS DE CUPCAKES

Prepara tus cupcakes como acostumbras y los decoras con crema de mantequilla en forma de rosa,con una boquilla de wilton o cualquier otra con forma de estrella, la pones en el centro del cupcake, presionas y mueves en circulo para formar la rosa.
Luego  pinchas  con cuidado en una bola de poliespan ( las venden en papelerías) , y a esa bola le pinchas unos tallos de rosa  ........en un jarron y YA ESTA.
OS DEJO MI RECETA DE LA CREMA DE MANTEQUILLA (BUTERCREAM)



  BUTTERCREAM  cupcakes  MIA SALEN UNOS 24
·              250 gr de mantequilla sin sal a temperatura ambiente
·              450 gr de azúcar glas
 1 cucharadita de las mas pequeñas de extracto candy sugar ( algodón de azúcar nubes)
3 cucharadas de nata liquida.
Colorante rosa

Todo en la termo primero saco con la jeringa unas gotas de colorante y luego voy limpiando con la nata la jeringa . 1 min vel 1 3 minutos vel 3 mas o menos revisando 

En "Stand mixer": Poner todo junto en un bol y mezclarlo a velocidad baja un minuto, después a velocidad media durante 4 minutos
.
Con batidora manual: Poner todo menos el azúcar en un bol. Mezclar con la mitad del azúcar. Cuando está bien mezclado, añadir la otra mitad. Mezclar durante 4 minutos.

sábado, 4 de enero de 2014


En la labor de educación, cuando los padres niegan a sus hijos algún deseo, es fácil que éstos pregunten por qué no pueden seguir la moda, o comer algo que no les gusta, o qué les impide pasar horas navegando por internet, o jugando en el ordenador. La respuesta que viene espontánea puede ser, simplemente, “porque no nos podemos permitir ese gasto” o “porque debes terminar tus tareas” o, en el mejor de los casos, “porque acabarás siendo un caprichoso”.

Opus Dei - Foto: sean dreilinger (Creative Commons)
Foto: sean dreilinger (Creative Commons)
Son respuestas hasta cierto punto válidas, al menos para salir de un momentáneo atolladero, pero que sin pretenderlo pueden ocultar la belleza de la virtud de la templanza, haciendo que aparezca ante los hijos como una simple negación de lo que atrae. 

Por el contrario, como cualquier virtud, la templanza es fundamentalmente afirmativa. Capacita a la persona para hacerse dueña de sí misma, pone orden en la sensibilidad y la afectividad, en los gustos y deseos, en las tendencias más íntimas del yo: en definitiva, nos procura el equilibrio en el uso de los bienes materiales, y nos ayuda a aspirar al bien mejor[1]. De modo que, de acuerdo con Santo Tomás, la templanza podría situarse en la raíz misma de la vida sensible y espiritual[2]. No en balde, si se leen con atención las bienaventuranzas se observa que, de un modo u otro, casi todas están relacionadas con esta virtud. Sin ella no se puede ver a Dios, ni ser consolados, ni heredar la tierra y el cielo, ni soportar con paciencia la injusticia[3]: la templanza encauza las energías humanas para mover el molino de todas las virtudes.

SEÑORÍO

El cristianismo no se limita a decir que el placer es algo “permitido”. Lo considera, más bien, como algo positivamente bueno, pues Dios mismo lo ha puesto en la naturaleza de las cosas, como resultado de la satisfacción de nuestras tendencias. Pero esto es compatible con la conciencia de que el pecado original existe, y ha desordenado las pasiones. Todos comprendemos bien por qué San Pablo dice hago el mal que no quiero[4]; es como si el mal y el pecado hubiesen sido injertados en el corazón humano que, después de la caída original, se halla en la tesitura de tener que defenderse de sí mismo. Ahí se revela la función de la templanza, que protege y orienta el orden interior de las personas.

Uno de los primeros puntos de Camino puede servir para encuadrar el lugar de la templanza en la vida de las mujeres y de los hombres:Acostúmbrate a decir que no[5]. San Josemaría explicaba a su confesor el sentido de este punto, señalando que es más sencillo decir que sí: a la ambición, a los sentidos…[6]. En una tertulia, comentaba que cuando decimos que sí, todo son facilidades; pero cuando hemos de decir que no, viene la lucha, y a veces no viene la victoria en la lucha, sino la derrota. Por lo tanto, nos hemos de acostumbrar a decir que no para vencer en esa lucha. Porque de esta victoria interna sale la paz para nuestro corazón, y la paz que llevamos a nuestros hogares –cada uno, al vuestro–, y la paz que llevamos a la sociedad y al mundo entero[7].

Opus Dei - Foto: Brit (Creative Commons)
Foto: Brit (Creative Commons)
Decir que no, en muchas ocasiones, conlleva una victoria interna que es fuente de paz. Es negarse a lo que aleja de Dios –a las ambiciones del yo, a las pasiones desordenadas–; es la vía imprescindible para afirmar la propia libertad; es un modo de colocarse en el mundo y frente al mundo. 

Cuando alguien dice que sí a todos y a todo lo que le rodea o le apetece, cae en el anonimato; de alguna forma se despersonaliza; es como un muñeco movido por la voluntad de otros. Tal vez hayamos conocido a alguna persona que es así, incapaz de decir que no a los impulsos del ambiente o a los deseos de quienes le rodean. Son personas aduladoras en las que el aparente  afán de servicio revela falta de carácter o, incluso, hipocresía; son personas incapaces de complicarse la vida con un “no”. 

Porque quien dice que sí a todo, en el fondo, demuestra que, aparte de sí mismo, poco le importa. Quien, en cambio, sabe que guarda un tesoro en su corazón[8], lucha contra lo que se le opone. Por eso, “decir que no” a algunas cosas es, sobre todo, comprometerse con otras, situarse en el mundo, declarar ante los demás la propia escala de valores, su forma de ser y de comportarse. Supone –cuanto menos– querer forjar el carácter, comprometerse con lo que realmente se estima, y darlo a conocer con las propias acciones.

La expresión de algo o alguien “bien templado” produce una idea de solidez, de consistencia: Templanza es señorío. Señorío que se logra cuando se es consciente de que no todo lo que experimentamos en el cuerpo y en el alma ha de resolverse a rienda suelta. No todo lo que se puede hacer se debe hacer. Resulta más cómodo dejarse arrastrar por los impulsos que llaman naturales; pero al final de ese camino se encuentra la tristeza, el aislamiento en la propia miseria[9]

El hombre acaba dependiendo de las sensaciones que el ambiente despierta en él, y buscando la felicidad en sensaciones fugaces, falsas, que –precisamente por ser pasajeras– nunca satisfacen. El destemplado no puede encontrar la paz, va dando bandazos de una parte a otra, y acaba por empeñarse en una búsqueda sin fin, que se convierte en una auténtica fuga de sí mismo. Es un eterno insatisfecho, que vive como si no pudiera conformarse con su situación, como si fuera necesario buscar siempre una nueva sensación. 

En pocos vicios se ve mejor que en la destemplanza la servidumbre del pecado. Como dice el Apóstol, en su desesperación se entregaron al desvarío[10]. El destemplado parece haber perdido el control de sí mismo, volcado como está en buscar sensaciones. Por el contrario, la templanza cuenta entre sus frutos con la serenidad y el reposo. No acalla ni niega los deseos y pasiones, pero hace al hombre verdaderamente dueño, señor. La paz es «tranquilidad en el orden»[11], sólo se encuentra en un corazón seguro de sí mismo, y dispuesto a darse.

TEMPLANZA Y SOBRIEDAD

Opus Dei - Foto: sean dreilinger (Creative Commons)
Foto: sean dreilinger (Creative Commons)
¿Cómo se puede enseñar la virtud de la templanza? En numerosas ocasiones, San Josemaría ha abordado la cuestión, haciendo hincapié en dos ideas fundamentales: para educar son necesarias la fortaleza y el ejemplo, y promover la libertad. Así, comentaba que los padres deben enseñar a sus hijos a vivir con sobriedad, a llevar una vida un poco espartana, es decir, cristiana. Es difícil, pero hay que ser valientes: tened valor para educar en la austeridad; si no, no haréis nada[12]

De lo dicho anteriormente, resulta que es indudable la importancia de esta virtud; pero puede parecer sorprendente que San Josemaría considere que una vida espartana sea sinónimo de algo cristiano, o al revés, que locristiano se explique por lo espartano. Parece que la solución de la paradoja está en relacionar la vida espartana con la importancia que tiene la valentía –parte de la virtud de la fortaleza– para educar la templanza.

Además, aquí se han de distinguir dos sentidos de valentía: en primer lugar, es preciso ser valiente para asumir personalmente ese modo de vida espartano –es decir, cristiano–. Nadie da lo que no tiene, y más si se considera que para enseñar la virtud de la templanza es capital el ejemplo y la experiencia propia. Precisamente por tratarse de una virtud cuyas acciones se dirigen al desprendimiento, resulta fundamental que los educandos vean ante sí sus efectos. 

Opus Dei - Foto: xcode (Creative Commons)
Foto: xcode (Creative Commons)
Si quienes son sobrios transmiten alegría y paz de ánimo, los hijos tendrán un incentivo para imitar a sus padres. El modo más sencillo y natural de transmitir esta virtud es el ambiente familiar, sobre todo cuando los niños son pequeños. Si ven que los padres renuncian con elegancia a lo que a ellos les parece un capricho, o sacrifican su propio descanso por atender a la familia –por ejemplo, por ayudarles con las tareas del Colegio, o a bañar o dar de comer a los pequeños o a jugar con ellos–, asimilarán el sentido de esas acciones y las relacionarán con la atmósfera que se respira en el hogar.

En segundo lugar, también hace falta valentía para proponer la virtud de la templanza, como un estilo de vida bueno y deseable. Es cierto que cuando los padres viven de un modo sobrio, será más fácil sugerirla a través de comportamientos concretos. Pero a veces, les puede venir la duda de hasta qué punto no están interfiriendo en la legítima libertad de los hijos, oimponiéndoles, sin derecho, el propio modo de vivir. Incluso cabe que se planteen si es eficaz imponer o mandar algo que no parece que los hijos puedan o no quieran asumir. Si se les niega un antojo, ¿no permanece el deseo, máxime cuando sus amigos tienen eso? ¿No se fomenta así que se sienta “discriminado” en sus relaciones sociales? O, aún peor, ¿no es una ocasión para que se distancie de sus padres, y que sea insincero? 

En el fondo, si somos realistas, nos damos cuenta de que ninguno de estos motivos es suficientemente convincente. Cuando uno se comporta con sobriedad, descubre que la templanza es un bien, y que no se trata de cargar absurdamente a los hijos con un fardo insoportable, sino de prepararles para la vida. La sobriedad no es simplemente un modelo de conducta que uno “elige” y que no se puede imponer a nadie, sino que es una virtud necesaria para poner un poco de orden en el caos que el pecado original ha introducido en la naturaleza humana. 

Se trata de ser conscientes de que toda persona, por tanto, ha de luchar por adquirirla, si quiere ser dueño y señor de sí mismo. Es preciso convencerse de que no basta el buen ejemplo para educar. Hay que saber explicar, saber fomentar situaciones en las que puedan ejercer la virtud y, llegado el caso, saber oponerse –y pedir al Señor la fuerza para hacerlo– a los caprichos que el ambiente y los apetitos del niño –ciertamente naturales, pero mediados ya por una incipiente concupiscencia– reclaman.

Opus Dei - Foto: I See Mondern Britain (Creative Commons)
Foto: I See Mondern Britain (Creative Commons)
LIBERTAD Y TEMPLANZA

Por lo demás, se trata de educar en templanza y libertad al mismo tiempo: son dos ámbitos que se pueden distinguir, pero no separar; sobre todo, porque la libertad “atraviesa” todo el ser de la persona y está en la base de la educación misma. La educación se dirige a que cada cual se capacite para tomar libremente las decisiones acertadas que configurarán su vida. 

No se educa con una actitud protectora en la que, de hecho, los padres acaban suplantando la voluntad del niño y controlando cada uno de sus movimientos. Ni tampoco con una acción tan excesivamente autoritaria que no deja espacio al crecimiento de la personalidad y del propio criterio. En ambos casos, el resultado final se parecerá más a un sucedáneo de nosotros mismos o a un caricatura de persona sin carácter.

Lo acertado es ir dejando que el hijo vaya tomando sus decisiones de modo acorde con su edad; y que aprenda a elegir haciéndole ver las consecuencias de sus actos, a la vez que percibe el apoyo de sus padres –y de quienes intervienen en su educación– para acertar en lo que elige o, eventualmente, para rectificar una decisión errada. 

Un sucedido que San Josemaría contó en diversas ocasiones sobre su infancia resulta ilustrativo: sus padres no transigían con sus caprichos; y ante una comida que no le gustaba, su madre –en vez de prepararle otra cosa– señalaba que ya comería del segundo plato… Así, hasta que un día el niño lanzó la comida contra la pared… y sus padres la dejaron manchada varios meses, de modo que tuviese bien presentes las consecuencias de su acción[13].

La actitud de los padres de San Josemaría refleja cómo se puede conjuntar el respeto por la libertad del hijo con la necesaria fortaleza para no transigir a lo que son meros caprichos. Lógicamente, el modo de afrontar cada situación será diverso. En educación, no hay recetas generales; lo que cuenta es buscar lo mejor para el educando y tener claras –por haberlas experimentado– cuáles son las cosas buenas que hay que enseñarle a querer, y cuáles son las cosas que le pueden resultar dañinas. En todo caso, conviene mantener y promover el principio del respeto a la libertad: es preferible equivocarse en algunas situaciones que imponer siempre el propio juicio; más aún si los hijos lo perciben como algo poco razonable o incluso arbitrario.

Opus Dei - Foto: atmtx (Creative Commons)
Foto: atmtx (Creative Commons)
Esa pequeña anécdota del “plato roto” nos proporciona, además, la ocasión para reparar en uno de los primeros campos en los que cabe educar la virtud de la templanza: el de las comidas. Todo lo que se haga por fomentar las buenas maneras, la moderación y la sobriedad ayuda a adquirir esta virtud. 

Ciertamente, cada edad presenta circunstancias específicas que hacen que la formación deba afrontarse de modos diversos. La adolescencia requerirá más la mesura en las relaciones sociales que la infancia, a la vez que permitirá racionalizar mejor los motivos que llevan a vivir de un modo u otro, pero la templanza en las comidas puede desarrollarse desde niños con relativa facilidad, dotándole de unos recursos –fortaleza en la voluntad y autodominio– que le serán de indudable utilidad cuando llegue el momento de luchar con templanza en la adolescencia.

Así, por ejemplo, preparar menús variados, saber cortar caprichos o rarezas, animar a terminar la comida que no gusta, a no dejar nada de lo que se han servido en el plato, enseñar a usar los cubiertos o a esperar que se sirvan todos antes de empezar a comer, son modos concretos de fortalecer la voluntad del niño. Además, durante la infancia, el clima familiar de sobriedad que tratan de vivir los padres –¡valientemente sobrios!– se transmite como por ósmosis, sin que se tenga que hacer nada especial. 

Si la comida que sobra no se tira, sino que se utiliza para completar otros platos; si los padres no comen entre horas, o dejan que los demás repitan primero del postre que tanto éxito ha tenido, los chicos crecen considerando natural tal modo de proceder. En el momento adecuado, se darán las explicaciones del porqué se actúa así, de forma que puedan entenderlas: relacionándolo con el bien de la propia salud, o para ser generosos y demostrar el cariño que se tiene al hermano, o como un modo de ofrecer un pequeño sacrificio a Jesús… motivos que muchas veces los niños entienden mejor de lo que los adultos pensamos.

J.M. Martín y J. De la Vega